Guillermo Saccomanno declina hablar de Milei. No lo hace por carecer de una opinión, sino porque evita mencionar malas palabras, las de mayor bajeza. Prefiere hablar de literatura, de cómo se construyen los territorios propios de la novela y de intentar huir del pensamiento adocenado, trillado por la repetición de lugares comunes. El autor, que trata de mantener a raya el egocentrismo, que es consciente de que el hombre es una partícula diminuta en el curso del tiempo y las épocas, defiende una ética del trabajo literario y ha intentado erigir un pueblo imaginario en Arderá el viento, Premio Alfaguara de novela. Una villa a la que llega una familia de noble alcurnia europea. Su asentamiento allí sacará a la luz las bajezas del ser humano y dará pie a sacar a la luz todas relaciones que quiebran una sociedad y la hacen sucumbir: la pasión, el dinero, los intereses, las corruptelas.